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Subasta especial de ALCALÁ: joyas bereberes

El 29 de noviembre ALCALÁ Subastas celebrará una subasta especial dedicada exclusivamente a la Colección de Joyas Beréberes de Jorge Dezcallar, formada por unas 300 piezas provenientes del magreb recopiladas durante varios años por el ex diplomacia mallorquín. Entre las piezas más destacadas, podremos encontrar adornos étnicos collares, pendientes, pectorales, tocados, anillos y diademas, realizados en materiales como ámbar, coral, esmalte y sobre todo, plata. La exposición podrá visitarse en la sala de Alcalá en Madrid, desde el 22 hasta el 28 de noviembre, de lunes a viernes de 10.30 a 14.00 h y de 16.30 a 20.00 h, el sábado 23 de noviembre de 10.30 a 14.00h. 

A continuación les ofrecemos un extracto de los escritos que Jorge Dezcallar dejó en torno a su colección de joyas y piezas bereberes:

"Las joyas bereberes son las que usan las mujeres de las regiones rurales del Magreb, una enorme extensión de unos 4 millones de kilómetros cuadrados encajonados entre el Sahara y los confines mediterráneos y atlánticos del noroeste africano, un territorio sobre el que hoy se asientan Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania, aunque a los efectos que aquí nos ocupan cabe considerar que también se extiende algo más allá para cubrir las zonas del Sahel donde nomadean los tuareg. 

Los bereberes son la población autóctona de África del norte y la verdad es que no se sabe demasiado de sus orígenes. Las primeras noticias sobre ellos nos las dan los extranjeros: Herodoto cuenta que proceden de la dispersión que se produjo tras la derrota de los troyanos y Salustio opina que descienden de los restos del ejército de Hércules derrotado en Hispania. Con mayor rigor científico el historiador marroquí Abdallah Lasroui cree se trata de una mezcla estabilizada en el Neolítico de una raza paleomediterránea antigua y de dos grupos llegados posteriormente de Asia por dos rutas diferentes: Uno que viajó por el norte y otro que dio un largo rodeo por África meridional donde “se mestizó con negros”. El primero aportó mayor contribución cultural mientras que el segundo habría sido más numeroso (...)

Los bereberes eran y son aún hoy campesinos pobres en su mayoría y por eso sus joyas casi nunca son de oro sino de plata, que tiene un color blanco que ellos asocian con la pureza y que afirman que ayuda a evitar el reumatismo, aunque no parece que esa deba ser una enfermedad muy común en las zonas desérticas o montañosas. Más probable es la asociación con el reflejo lunar portador de buena suerte. Pero todo eso suena un poco como la fábula de la zorra y las uvas y cabría concluir que, en todo caso, los bereberes tienen joyas de plata porque son pobres y el oro esta fuera de su alcance. El oro solo aparece en algunas diademas de Rissani porque allí llegaban las caravanas que lo traían de Tombuctú a través del desierto y en unos colgantes en forma de disco que usa una comunidad bereber que quedó aislada en el lejano oasis de Siwa, en Egipto, famoso por un oráculo que se empeñó en visitar el mismo Alejandro Magno. Pero pobreza no quiere decir que no haya sofisticación y simbología en los diseños, antes al contrario.

Mi interés por estos adornos étnicos bereberes comenzó cuando pasé unos años en Marruecos como embajador de España. Allí me encontré con fíbulas que incorporaban como elemento esencial de su decoración “duros” españoles con las efigies de Isabel II, la Primera República, Amadeo de Saboya, Alfonso XII y Alfonso XIII e, incluso, algunas anteriores de Carlos III y Carlos IV. Aquello despertó mi interés y me descubrió un nuevo elemento de vinculación entre España y Marruecos profundamente enraizado en la tradición popular. Y fue así como comencé mi colección, que me llevó a descubrir rincones inéditos en un país de gran personalidad. De las fíbulas pasé poco a poco, a otras joyas, al tiempo que también extendía mi campo de acción a geografías más amplias aunque siempre dentro del mundo rural bereber y de su cultura.

 


Joyas Bereberes de la subasta de ALCALÁ: pendientes, diademas, collar y fíbula

 

En todo el mundo las joyas cumplen varias funciones y lo mismo ocurre con las que usan los bereberes:

En primer lugar las joyas se llevan porque afirman la identidad de su portadora al señalar su pertenencia a una tribu o a un clan determinado, al igual que ocurre con el vestido o los tatuajes, estos últimos cada día más infrecuentes. Las joyas y la forma de llevarlas dicen mucho sobre el origen geográfico, el estatus social y el estado civil (casada, soltera o viuda) de su portadora. Incluso algunas, como el adwir de las cabiles, pueden dar información sobre el hecho de ser o no madre de un hijo varón según el lugar donde se luzca. Las joyas tienen así un fuerte sentido identitario y de pertenencia tribal. Los hombres no las usan, salvo en forma de anillo e incrustaciones sobre sus gumías (puñales), las empuñaduras de sus sables y las culatas de las espingardas. Los tuareg usan también brazaletes de piedra y la llamada cruz de Butilimit o cruz del sur, que los padres entregan a los hijos cuando llegan a la mayoría de edad mientras les dicen con bonita jaculatoria: “Hijo mío, te doy las cuatro direcciones”.

En segundo lugar, las joyas sirven para embellecer. Los artesanos judíos son los que fabrican las joyas y también son hombres quienes las compran, pero las mujeres pueden intervenir en su diseño dando instrucciones sobre la manera en la que desean combinar los corales, las conchas, las monedas de plata y las bolas de ámbar en los collares o diademas. En ocasiones las joyas incorporan colgantes que tintinean al caminar atrayendo la mirada y la atención de los hombres a la vez que asustan a los malos espíritus (algo que ya conocían el tintinabulum de los romanos) y otras veces llevan receptáculos en los que se meten algodones perfumados con esencias como clavo, áloe o almizcle. En zonas de Túnez, Argelia y Libia es frecuente que las campesinas usen collares hechos enteramente con pastas perfumadas que sólo pueden llevar las mujeres casadas y siempre en presencia de sus maridos, estando terminantemente prohibida su utilización a viudas y a vírgenes porque se cree que su penetrante aroma podría hacerles perder el juicio. 

En tercer lugar, las joyas bereberes tienen una clara función utilitaria pues sirven para sujetar los vestidos y paños con los que las mujeres se cubren en una tierra que desconocía botones, velcros y cremalleras. Se usa así el sistema tradicional que tiene siglos de antigüedad y que no es otra que la forma con la que los griegos sujetaban sus clámides y los romanos sus togas. O los bizantinos y los godos sus capas. Así, por ejemplo, las fíbulas se usan para fijar el haïk o manto mientras que las diademas y pesados pendientes sostienen el rebozo en su lugar. Ocioso resulta afirmar que con la difusión de los trajes de corte occidental y con la desaparición de los tocados, estas joyas pierden su razón de ser y caen en el olvido, se venden o se guardan en el fondo del arcón familiar de donde solo salen para engalanar ceremonias pintorescas y tradicionales como las bodas.

En cuarto lugar, las joyas son una auténtica inversión económica pues se compran en años de bonanza y pueden venderse en años de escasez, como cuando la cosecha es mala, para ayudar a la familia a salir de apuros. Para la mujer son una garantía de futuro en caso de viudedad o de repudio por el marido, no difícil de obtener con arreglo a la ley islámica. Para ella sus joyas son como llevar los ahorros encima y no es extraño ver por montes apartados a mujeres pastoreando el ganado y ataviadas con gruesas cadenas de plata o pulseras del mismo metal pues procuran no separarse nunca de su patrimonio. Robar a una mujer sus joyas es como robarles sus futuro y por eso es algo que está muy castigado en la sociedad bereber, aunque desgraciadamente a veces sucede y por eso en ocasiones las mujeres tienen brazaletes de diseño claramente defensivo, como los cargados de pesadas y agresivas puntas en boga entre las mujeres de la tribu Akka, en el sur profundo de Marruecos, ya al borde de la estribaciones saharianas. De todas formas en caso de divorcio no es extraño que el marido se quiera quedar con las joyas por lo que hoy en día muchas mujeres estipulan en el contrato matrimonial que serán para ellas en caso de separación conyugal. 

En quinto lugar las joyas se usan porque tienen un valor mágico de carácter tanto profiláctico como apotropaico y protegen contra los yenún, una especie de diablillos maléficos que fueron creados por Dios al igual que los ángeles y los humanos, aunque en su caso se usó para ello “fuego ardiente”. Son invisibles y pueden adoptar figura humana o de animales, lo que hace difícil reconocerles. Su tarea principal es complicar la vida de las personas, en particular la de los más débiles, como los niños y las mujeres, que necesitan protegerse de ellos en todo momento y en especial en nacimientos y bodas. Contra ellos todas las precauciones son pocas y las joyas proporcionan buena seguridad debido al simbolismo mágico que incorporan en muchos casos. Estos diablos pueblan un universo mental animista muy primitivo que ha sobrevivido a la islamización y son tan malos y dañinos que los bereberes no se atreven a pronunciar sus nombres (que los tienen) y se refieren a ellos como “esos otros” (...)

Las joyas también protegen contra el mal de ojo, que proviene de la envidia y puede penetrar por los orificios del cuerpo y los bereberes creen que los extranjeros, y en particular los de ojos azules, son sus portadores privilegiados. Por eso con frecuencia las mujeres se cubren el rostro al toparse con un forastero, en parte por modestia pero también por precaución. Las joyas con cabujones centrales, al estilo de un ojo, o que incorporan de alguna manera el numero 5 son las armas más eficaces contra este mal. Sobre el poder mágico de los números volveré más adelante.

La variedad de estas joyas es asombrosa: Desde fíbulas para sujetarte los vestidos, hasta diademas, pendientes, collares, adornos para trenzas, pectorales, pulseras, anillos, cinturones y ajorcas. También son variados los materiales empleados: Plata, ámbar, coral, copal, perlas, pastas aromáticas, caracoles marinos, malaquita, granate, calcedonia, bolas de pasta de vidrio o ebonita y piedras semipreciosas sin desdeñar otros materiales en las más humildes como plástico, botones, imperdibles, llaves etc. el limite lo marca la imaginación del orfebre, aunque hay una tendencia a usar diseños repetidos en cada tribu como signo de identidad.

Su factura es también muy variada y va desde la elegante austeridad de la plata moldeada en el Rif que en muchos casos incorpora monedas españolas del siglo XIX o anteriores, hasta llegar a la abigarrada profusión de los adornos de los haratín (descendientes de antiguos esclavos negros) del valle del Draa, en el sur de Marruecos, que usan con prodigalidad coral, ámbar, conchas y bolas de vidrio o de plata en un conjunto colorista que parece querer mostrar al mundo el gozo de su recuperada libertad. La plata calada es la especialidad del Aurès argelino mientras que las piezas muy pesadas, macizas y más toscas son propias del oeste tunecino en contraste con la finura y riqueza de las diademas de la costa oriental de este mimo país. En Essouria se usan las técnicas de la filigrana y el granulado mientras que el esmalte sólo se hace en el sur de Marruecos (Tiznit), la Cabilia (Argelia) y Yerba (Túnez) y procede de la península Ibérica, donde tanto visigodos como árabes dominaron con soltura la difícil técnica de su ejecución (...)

El esmalte llegó al Magreb con los judíos expulsados de España y aunque en su origen fue una técnica ciudadana, pronto se extendió también a las zonas rurales. Seguramente las joyas más refinadas las llevan los Ait Ouaouzguit, del Alto Atlas, mientras que los Ait Segrouchen utilizan la técnica hoy casi abandonada del nielado, que es una especie de esmalte negro muy elegante hecho con sulfuro de plomo.

Una característica particularmente interesante de estas joyas es su rico simbolismo, desgraciadamente muy poco estudiado y menos conocido ya que en buena medida es ignorado por sus propias portadores, que asocian una joya con un efecto determinado por tradición pero sin saber realmente la razón que en muchos casos se pierde en la noche de los tiempos. ¿Quién sabe hoy en día que la figura del triángulo, tan frecuente en numerosas fíbulas, es una estilización del pubis femenino y por tanto incorpora la idea de fecundidad y fertilidad desde que los fenicios llevaron a Cartago (en la actual Túnez) el culto a la diosa-madre Tanit, así representada?.

Este simbolismo ha sido reforzado por el hecho de que el Islam no favorece las representaciones figurativas, aunque en el mundo bereber sea frecuente la utilización de animales como fuente de inspiración, al igual que se hace con el mar, el sol, la luna, las estrellas y la misma lluvia, que son objeto de abstracciones muy imaginativas. Los animales son muy importantes en el imaginario bereber, que cree que el alma escapa del cuerpo en forma de abeja,que soñar con un águila presagia un incendio, que la lechuza es la metamorfosis de una mujer celosa, que una piel de serpiente sobre el vientre facilita el parto, que un baño con anguilas –símbolo fálico por excelencia- cura la esterilidad y así hasta el infinito. También las plantas tienen su significado, que se asocia con la imagen del paraíso con frutos y aguas abundantes en contraste con la dureza de la vida diaria entre arenales y pedregales. 

 


Otras joyas: pulsera, pareja de fíbulas, collar, anillo y diadema

 

Los colores tienen un papel importante en esta simbología. El rojo del coral se asocia con la sangre que vivifica, con el hombre y la vitalidad, mientras que el amarillo del ámbar representa el sol y el fuego, se vincula con el poder y la riqueza y, más prosaicamente, se cree que cura los resfriados. El verde de los esmaltes es el color de la paz y del Islam en la mística sufí mientras que el azul tiene menos aplicaciones porque se relaciona con la mirada de algunos extranjeros que trae mal de ojo. El negro se vincula, como en todos sitios, al mal y las tinieblas: El Tlemcen se aseguraba un buen parto manteniendo una gallina negra en la casa a partir del séptimo mes cuando nacía la criatura la mujer más vieja de la casa cogía la gallina y la soltaba en el mellah (barrio judío) porque se creía que con ella se iban todos los genios malos que pudiera haber en el hogar… que quedaban sueltos entre los pobres hebreos para hacer de las suyas. El blanco es mucho más atractivo pues es un color considerado benéfico y así blancas son las cúpulas de los morabitos donde están enterrados los hombres santos y blancas las chilabas de los viernes. Al igual que en Andalucía, existe en el Magreb la costumbre de enjalbegar las casas todos los años con blanca cal. El blanco aleja a los demonios, cura el reumatismo, desvía la mirada dañina de la envidia y favorece la descendencia. 

Los números y la geometría también tienen un papel muy importante tanto en la vida como en la joyería bereber: El triángulo o un simple círculo representa a la mujer, mientras que el hombre se dibuja con un tridente invertido como símbolo fálico. Una línea quebrada puede significar montañas o una serpiente, mientras que una línea ondulada representa un río o el mar y múltiples puntos recuerdan las gotas de la lluvia vivificadora o los innumerables huevos de un pez en clara referencia a la fecundidad. El cuadrado es la tierra con sus cuatro puntos cardinales y el cinco es el número mágico por antonomasia pues recuerda a los deberes de todo buen musulmán: La profesión de fe, la plegaria, la limosna, el ayuno y la peregrinación a la Meca. Se representa habitualmente en forma de Jamsa (literalmente, cinco) o Mano de Fátima que muchas mujeres cuelgan del cuello a modo de medalla que conjura y detiene la mala suerte. 

La variedad de las joyas bereberes es asombrosa y es una pena que el mundo moderno esté a punto de acabar con ellas con lógica irrefutable. Ni quedan ya artesanos judíos ni las mujeres parecen hoy apreciar unos diseños antiguos adaptados a vestuarios y necesidades que ya no existen. A mayor abundamiento, las campesinas asocian estas joyas con la pobreza ancestral en que han vivido y prefieran las modas y los diseños importados desde las grandes ciudades que conocer por vía de la emigración y de la televisión.

Por eso vale la pena rescatar y conservar estas joyas con mimo, porque en su modestia y rusticidad son testigos mudos de un mundo y de unas ricas tradiciones a punto de desaparecer por la marcha imparable de la Historia que hace que, afortunadamente, al otro lado del Estrecho de Gibraltar ya no exista hoy el “país inmóvil y cerrado donde la vida sigue hoy igual que hace mil años” que describía Pierre Loti hace un siglo, sino un espacio dinámico y abocado a un mayor bienestar para sus ciudadanos que tratan de conciliar, no sin dificultades, tradición y modernidad."

 

 

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